Apartheid Estilo Estados Unidos
Elvira Arellano, Sanctuary Movement
6 de Mayo, 2015
(English Version follows below)
En Chicago el otoño pasado, logramos juntar a mil jóvenes latinos y afronorteamericanos para un mitin de “libertad del miedo”. Los jóvenes coreaban “¡Manos en el aire! ¡No disparen!, ¡Manos en el aire! ¡No deporten!”. El viernes 1 de mayo de este año yo marchaba con varios miles de personas, mayormente jóvenes, en Milwaukee gritando las mismas consignas de unidad y resistencia.
Durante el decenio pasado han surgido dos gritos de la juventud: “Las vidas afronorteamericanas importan” y “Ningún ser humano es ilegal”. Estos gritos profundos del alma merecen recibir respuestas más allá de las superficialidades de costumbre de los políticos. Se debe reconocer que los Estados Unidos se han convertido en una sociedad tipo “apartheid”.
Ya se sabe muy bien las cifras de encarcelamiento masivo. Un hombre afroamericano de cada tres, en algún punto de su vida, se va a encontrar en una cárcel o penitenciaria. Pasarán sus vidas con antecedentes policiacos que les impedirán absolutamente conseguir empleos decentes. Vivirán todas sus vidas tachados de delincuentes y privados del sufragio. El perfilamiento racial refleja prácticamente una guerra militar de parte de la policía en contra de las comunidades minoritarias.
Crece a diario el número de jóvenes afroamericanos y latinos en las garras de la criminalización. En algunos lugares los latinos constituyen la mayoría de los reos. Además en muchas ciudades se ha alistado el cuerpo policial municipal en la campaña de deportación masiva, lo que ha desatado una avalancha de perfilamiento racial en los vecindarios, calles y autopistas por dondequiera. Una citación de tránsito por razón de una luz trasera descompuesta puede producir el resultado de una deportación y la destrucción de una familia trabajadora.
Inclusive en el mejor resultado posible de cambios en las leyes migratorias, 16 millones de latinos seguirán viviendo privados de los derechos de ciudadanos por lo menos durante 20 años. Muchos seguirán siendo indocumentados sometidos a la cacería todos los días. Otros más tendrán el derecho de trabajar legalmente pero los impuestos que pagan no los dejarán calificar para los servicios de salud y protecciones legales de que gozan los ciudadanos.
Además en ambas comunidades de color, el número de jóvenes menores de 18 años excede por mucho él de la población blanca angloparlante. Hay 15 millones de latinos menores de 18 años. Algunos son ciudadanos, otros soñadores. Creciendo en situaciones sumamente difíciles, estos jóvenes saben más sobre las consecuencias de muchas decisiones, pero no tienen voz en esta sociedad.
Los estudiantes de secundaria que, por unas horas, se apoderaron de las calles de Baltimore la semana pasada, representan mucho más que una respuesta de un solo caso de asesinato por parte de la policía, o hasta un patrón constante de abusos. Fue una rebelión en contra de una sociedad “apartheid”.
También fue una protesta en contra de aquellos que han sacado beneficios de los movimientos de los últimos decenios, pero han hecho lo insuficiente para enfrentar sus realidades.
El mundo se levantó en contra del apartheid en Sudáfrica pero solo después de años de lucha. Una cosa esencial para aquella lucha fue la unidad que el sistema de apartheid había colocado en sus distintas agrupaciones. Por lo tanto el movimiento debe adoptar la tarea de crear espacios democráticos donde todos podemos unirnos, una persona un voto, con o sin papeles, con o sin “records” criminales. Este movimiento no puede y no debe confinar sus actividades a la matriz del sistema bipartidista en los Estados Unidos. Es indispensable un movimiento de megamarchas y no cooperación masiva que utiliza las cortes y las elecciones pero que no se subordina a ellas.
Hay algo más que podemos aprender del movimiento anti apartheid. El movimiento pro derechos civiles en los Estados Unidos derivaba inspiración de la lucha en Sudáfrica en contra del apartheid y a la vez exigía cambios en la política de los Estados Unidos hacia aquel país. Debemos mostrar el mismo compromiso con los pueblos afro descendientes, indígenas y mestizos de América Latina y las Antillas. Somos todos “americanos”.
Desde aquel espacio democrático, debemos exigir mucho más que unos cuantos procesos legales y leyes superficiales. Debemos insistir que se acabe el sistema de “apartheid” de encarcelamientos y deportaciones masivas. ¡Las vidas afronorteamericanos importan! ¡Ningún ser humano es ilegal! ¡Justicia para nuestro pueblo, a todos por igual! ¡Somos todos Mandelistas!
American Apartheid
By Elvira Arellano, Sanctuary Movement
May 6, 2015
Last fall in Chicago, we gathered one thousand young people from the Latino and African American community for a “Freedom from Fear Unity Rally.” The young people chanted “Hands up, Don’t Shoot; Hands Up, Don’t Deport”. On May 1st last week, I marched with several thousand mostly young people in Milwaukee chanting the same themes of unity and resistance.
Two cries have come from the people, especially the youth in the last decade: “Black Lives Matter” and “No Human Being is Illegal.” These deep felt cries deserve more than superficial responses from politicians. They deserve a recognition of what the United States has become: an apartheid society.
The statistics of mass incarceration have now become well known. One out of three African American men will face jail or prison in their lives. They will live with police records that make decent employment almost impossible. In fact, they are disenfranchised, labeled. Racial profiling reflects a virtual militaristic war by police on the neighborhoods where they live.
The numbers of Latino youth caught in the grip of criminalization are growing. In some places, Latinos have become the majority in prisons. In addition, local police in many cities have been enlisted in the efforts of mass deportation, unleashing racial profiling in the neighborhoods and the streets and highways everywhere. A traffic ticket for a broken taillight can end in deportation and the virtual destruction of a hard working family.
Even in the best case with a change in immigration laws, sixteen million Latinos will live without the rights of citizens for at least twenty years. Many will be undocumented, hunted every day. Others will be able to work legally but their taxes will not qualify them for the health care and legal protections which U.S. citizens enjoy.
Moreover in both communities the number of young people under the age of eighteen far exceeds the white population. Already there are over 15 million Latinos under the age of 18. Some are citizens; some are dreamers. Growing up in difficult situations these young people know more about life and the consequences of decisions than many adults – yet they have no voice in this nation – except on the streets
The high school students who took control of Baltimore streets for a few hours last week are more than a response to one case of police murder or even a consistent pattern of police abuse. It was a rebellion against an apartheid society. It was also a protest against those who have benefitted from the movements of the last decades – but have not done enough to confront their realities.
The world rose up in opposition to racial apartheid in South Africa – but only after years of struggle. Essential for that struggle was the unity of those with different apartheid “classifications.” It should be the task of the movement to create the democratic space in which we can unite, one person one vote, with or without papers, with or without criminal records. This movement cannot and should not be contained within the narrow confines of the two party system in the United States. We need a unified movement of marches and mass non-cooperation that utilize the courts and the elections - but does not serve them.
There is something else we can learn from the anti-apartheid movement. The civil rights movement in the United States drew inspiration from the struggle in South Africa and demanded the change in U.S. support for apartheid South Africa. We must show the same commitment to the Brown and Black people of the Americas – all of the peoples of Latin America and the Caribbean. We may not all be citizens of the United States but we are all citizens of the Americas. We are all “Americans.”
From that democratic space we must demand more than a few prosecutions or a few programs or a few superficial laws. We must demand an end to the apartheid of mass incarceration and mass deportation. “Black Lives Matter!” “No Human Being is Illegal!” “Equal justice for all Americans”; “We are all Mandelistas!”
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